Conmemoramos en este mes de mayo el 6º aniversario de la derrota del intento de golpe de Estado de 2018 en Nicaragua, que se prolongó por tres meses y que asoló las más importantes ciudades de ese pequeño país de 6,8 millones de habitantes que ocupa un territorio equivalente a una cuarta parte de España.
Como muchos recordaréis, entonces se desató una guerra interna que tuvo al mundo expectante y desconcertado ante las atrocidades que publicaban los medios, los cuales, a través de monstruosas mentiras, culpaban a la Revolución y a sus dirigentes.
El golpe pudo haber triunfado y eso habría arrastrado a Nicaragua a una guerra civil, dando entrada al Ejército de EE.UU. como salvador para pacificar el país, imponiendo con sus armas la PAX norteamericana.
Las ciudades más importantes, especialmente Managua y Masaya, presenciaron las acciones más violentas que se podía imaginar la población. De haberse cumplido los objetivos de la insurrección opositora de derecha y extrema derecha, la Revolución hubiera sido liquidada y ese triunfo de Washington hubiera retrasado el curso de la Historia de América Latina y el mundo.
Para esta conmemoración, ofrecemos a los lectores el reportaje del productor nicaragüense Marcio Vargas, “La guerra contra el pueblo”, que recoge el dramatismo de aquellos meses de violencia inédita que ocultaron los medios corporativos de información. Servirá para que el lector pueda juzgar por sí mismo, conociendo las dos versiones:
Pasado y presente se anudan
Nicaragua es ese pequeño país que asombró al mundo en la década de los 80. La patria del poeta Rubén Darío y del libertador Augusto C. Sandino, que con su ejército de campesinos derrotó la ocupación militar norteamericana entre 1931 y 1933.
El país donde, además, triunfó la última revolución popular antiimperialista del siglo XX en 1979. Todo un pueblo se sumó entusiasta al impulso de una guerrilla que desde el campo entró en las ciudades para derribar la sanguinaria tiranía de los Somoza y abolir la temible Guardia Nacional, brazo armado de los EE.UU., del que se servía para saquear su trabajo y sus riquezas, que repartía entre las multinacionales del Norte y un puñado de poderosas familias locales vendidas a Washington, entre las cuales sobresalía el clan gobernante de los Somoza.
La Revolución Popular Sandinista de 1979 instauró la democracia en Nicaragua por primera vez en su historia, una democracia popular, no neoliberal. Los EE.UU. respondieron con la guerra de la “contra”, a la que armó y organizó durante casi 10 años, desde Honduras y Miami, para derrocar a la Junta Revolucionaria, surgida del poder popular.
Naturalmente, el Imperio no podía permitir que en su “patio trasero” triunfara un cambio que venía a ser una segunda edición de la revolución cubana y que confirmaba la profecía internacionalista del Che, muerto en combate hacía solo 12 años en la selva de Bolivia.
Lo ocurrido en Nicaragua nos ayuda a comprender el conflicto de la OTAN contra Rusia en Ucrania y también la guerra de ocupación de Gaza por el Estado de Israel.
A la inversa, las guerras de Ucrania y Palestina ayudan a entender el caso de Nicaragua. En Ucrania lograron hacer triunfar el golpe de Estado imperialista del Maidan en 2014, en Nicaragua no lo consiguieron.
La intervención en Palestina queda patente como genocidio de un pueblo que no se rinde. El imperialismo juega sus cartas de manera distinta en cada país.
Estamos viendo en nuestras pantallas la verdadera faz de la civilizada Unión Europea, un club de países subalternos de los EE.UU., que siguen vergonzosamente su dictado con la promesa de recibir botín de soñadas conquistas norteamericanas en África, Asia y América Latina. Y, lo que menos esperábamos, es que estas cultas élites europeas, que ayer clamaban asustadas pidiendo nuestro apoyo para defender los derechos humanos en Nicaragua, Venezuela, Cuba o cualquier otro país oprimido, hoy son incapaces de condenar la verdad del genocidio palestino.
¿Nicaragua y la máquina del fango internacional?
No cabe duda de que la movilización internacional en solidaridad con la causa palestina ha abierto los ojos a millones de personas en todo el mundo: trabajadores, estudiantes, intelectuales, artistas y gente sencilla que lucha por un mundo mejor y los ha unido en una sola voz que grita “free, free, Palestine”.
También es cierto que en otros conflictos, como el de Ucrania, no hay tanta coincidencia y lo mismo sucede en el caso de Nicaragua, donde una parte de la izquierda ve al gobierno sandinista y a sus dirigentes con desconfianza, fruto de un imaginario construido por el poder mediático en base a noticias falsas, creando prejuicios y reflejos condicionados que nos dividen e impiden la lucha unida contra la bárbara dominación norteamericana, sustentada por la OTAN.
A base de poner en acción la máquina del fango con noticias falsas bien orquestadas a escala mundial, consiguieron, durante los tres meses que duró la intentona golpista (del 18 de abril al 18 de julio), invertir la secuencia en la mente de mucha gente.
Hoy puede demostrarse con pruebas fehacientes que fue una operación de guerra psicológica cuyo objetivo era construir el imaginario colectivo de que la desestabilización fue producto del Gobierno, creando la ficción de que el “cambio de régimen” en Nicaragua era beneficioso, porque en un país caótico y desestabilizado había que imponer orden bajo un nuevo gobierno. Ese era el plan.
Este imaginario sigue vigente en la mente de mucha gente de la izquierda. En el caso de Nicaragua (como en el de Rusia), se produjo un dilema al que debemos encontrar explicación.
La pregunta es: ¿ganaron los malos y perversos comunistas a base de la violencia del Estado? ¿Quién hace el papel de agresor y quién es el que sufre una estratagema de agresión, largamente planeada?
Lo cierto es que el FSLN y su gobierno constitucional, con su pueblo, resistieron la asonada y volvieron a gobernar. Se estabilizó el país y hoy ha recuperado el crecimiento de su economía a niveles del 3,5 y 5 % del PIB. El pueblo está con ellos más que antes.
Una de las claves de esta estabilización fue que entre 2019 y 2020 la Asamblea Nacional aprobó un conjunto de leyes de conformidad con la Constitución para proteger la soberanía nacional y la paz, gracias a las cuales se ha podido neutralizar la injerencia norteamericana y se han ido apagando los focos de la reacción opositora que vota a Trump más que a Biden, aunque ambos consideran, por igual, a Nicaragua una amenaza para la seguridad de los EE.UU.
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Hoy Nicaragua ha consolidado sus relaciones comerciales con China, sigue desarrollando la cooperación militar con Rusia y mantiene una importante cuota de su comercio con empresarios norteamericanos, avanzando en la eliminación de la pobreza y conquistando derechos sociales.
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En consecuencia, logró consolidar la estabilidad nacional tras aquella victoria. Sin embargo, la campaña de mentiras y noticias falsas lograron crear en la conciencia de una buena parte de la izquierda española un menosprecio instintivo hacia la Revolución sandinista, que le impide expresar su solidaridad, dando oxígeno al imperialismo. Esto es lo que queremos poner en evidencia.