La «hora dorada» del atardecer es un momento especifico del día en el que la luz del sol adquiere un tono cálido y dorado, creando una atmósfera única y especial.
La luz del sol, aunque parezca blanca, está compuesta por una amplia gama de colores. Al atardecer, los rayos solares atraviesan una mayor porción de la atmósfera terrestre, lo que provoca que los colores con longitudes de onda más cortas, como el azul y el violeta, se dispersen, dejando paso a los tonos cálidos como el rojo, naranja y amarillo.
Este fenómeno, conocido como dispersión de Rayleigh, se intensifica por la presencia de partículas en el aire, como polvo, humo o gotas de agua. Estas partículas actúan como pequeñas lentes que desvían la luz, acentuando aún más los colores dorados.
Factores que influyen en la hora dorada
La belleza de la hora dorada no solo depende de la luz solar y las partículas en el aire. Otros factores, como la ubicación geográfica, la altitud y las condiciones meteorológicas, también juegan un papel importante.
En este sentido la altitud, en zonas montañosas, ocasiona que la hora dorada puede ser más intensa y duradera debido a la menor cantidad de atmósfera que la luz debe atravesar.
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Asimismo, la latitud, en regiones cercanas a los polos, incrementa la duración de la hora dorada puesto que, puede variar significativamente a lo largo del año debido a la inclinación de la Tierra.
Por otro lado, la presencia de contaminantes en el aire puede afectar la intensidad y los tonos de la hora dorada.
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La belleza de este fenómeno natural ha inspirado a artistas, fotógrafos y cineastas durante siglos. La hora dorada es considerada el momento ideal para capturar imágenes con una calidad de luz única, que realza los colores y las texturas.