Acumulación de nubes de lluvia y alta humedad sobre un océano cálido, dan paso al origen de las tormentas tropicales, las cuales pueden llegar a convertirse en huracanes.
Acumulación de nubes de lluvia y alta humedad sobre un océano cálido, dan paso al origen de las tormentas tropicales, las cuales pueden llegar a convertirse en huracanes.

Científicos y meteorólogos pronosticaron para el 2024, la temporada de huracanes más tempestuosa, en el Atlántico, siendo la mayor registrada en las últimas 3 décadas.

La mayoría de los huracanes inician como una violenta tormenta eléctrica en una extensa región montañosa ubicada en Etiopía, África, conocida como el altiplano etíope, que se hace acompañar de fuertes vientos, los que, empujan el fenómeno hacia el oeste del continente, hasta llegar al océano Atlántico, explican meteorólogos.

Una vez que la tormenta se estaciona en el Atlántico, tiene el potencial de ser un huracán, si se presentan dos condiciones: la acumulación de nubes de lluvia y una alta humedad sobre un océano cálido.

Si ambas condiciones se prestan, las tormentas utilizan como energía las aguas superficiales del océano que, al menos debe tener una temperatura de 27°C, siendo el “combustible” para el crecimiento y la intensidad de la misma.

Cuando la tormenta alcanza su punto máximo, se activa el fenómeno físico conocido como «fuerza de Coriolis», que hace que los huracanes adquieran su distintiva trayectoria en espiral. Esta fuerza amplifica su poder destructivo y les permite generar condiciones climáticas extremas.

Factor que determina la formación de un huracán

El viento es otro de los factores para la formación y trayectoria de los huracanes, cuando alcanzan los 119 km/h, una tormenta tropical se clasifica oficialmente como huracán. Si estos superan los 178 km/h, se considera un huracán de gran intensidad.

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Los huracanes en el Atlántico, que afectan la costa de Sudamérica, atraviesan el Caribe antes de acercarse a Estados Unidos, México y Centroamérica.

¿Qué sucede cuando un huracán toca tierra?

Después de moverse sobre el océano, cuando un huracán toca tierra, comienza a debilitarse. Esto ocurre porque pierde el contacto con las aguas cálidas, que son su principal fuente de “combustible” para mantener su fuerza. Sin esa energía, la tormenta pierde intensidad y se ve incapaz de sostener sus vientos potentes y su estructura, lo que lleva a una disminución de su poder destructivo.

Sin embargo, mientras se debilita, en tierra da motivo para catástrofes de grandes magnitudes, como: fuertes vientos que arrasan con infraestructuras, intensas lluvias; provocando serias inundaciones y marejadas ciclónicas, aumentando el nivel del mar.

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La Oficina de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), presentó una lista de 21 tormentas para el 2024. La temporada de huracanes inició el 1 de junio y se prevé que culmine a finales de noviembre.