La ciudad de Belén, epicentro espiritual de la Navidad, enfrenta por segundo año una celebración marcada por el genocidio en Gaza perpetrado por Israel. Las festividades, símbolo de esperanza y paz, han sido desplazadas por la ausencia de turistas y el dolor causado por la violencia.
«La Navidad debería ser un mensaje de unidad, pero hoy pedimos al mundo justicia para nuestro pueblo», declaró el alcalde Anton Salman.
La economía local, dependiente del turismo en un 70 %, está al borde del colapso. En 2019, Belén recibía cerca de dos millones de visitantes al año, pero este año apenas alcanza el 5 % de esa cifra. Las restricciones de movilidad y la creciente inseguridad en Cisjordania ocupada, han intensificado esta crisis.
La población de Gaza, con más de 45.000 muertos y cientos de miles de desplazados, enfrenta una situación desesperante. Familias enteras buscan refugio, mientras que el acceso limitado a ayuda humanitaria agrava la tragedia. Desde Belén, líderes locales exigen la intervención de la comunidad internacional para detener las agresiones y garantizar la protección de los derechos palestinos.
«Las restricciones laborales y económicas son una forma de despojo», expresó un funcionario palestino, subrayando el impacto en la soberanía y dignidad del pueblo. El conflicto no sólo ha destruido hogares y vidas, sino que ha generado una desesperanza creciente en toda la región.
A pesar del dolor, Belén mantiene viva su identidad cultural y espiritual. La comunidad local, junto con activistas internacionales, organiza actividades simbólicas para recordar la resistencia y fortaleza del pueblo palestino. «La Navidad no puede ser silenciada por la guerra», enfatizaron los residentes.
El llamado desde Palestina es claro: justicia, paz y el fin de una ocupación israelí que perpetúa la desigualdad. Organizaciones humanitarias instan a la comunidad internacional a priorizar la protección de los derechos humanos y trabajar hacia una solución sostenible.