El Proyecto Manhattan: el origen de la bomba atómica de EEUU
El Proyecto Manhattan: el origen de la bomba atómica de EEUU

Rusia denunció que EEUU lanzó la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, en 1945, como una “cruel demostración de fuerza” para justificar sus enormes inversiones en su programa nuclear.

El bombardeo de Hiroshima por parte de EEUU fue “un intento de justificar la gigantesca inversión financiera en su programa nuclear”, afirmó el ministerio ruso en un comunicado en el marco del 80.º aniversario del bombardeo.

De igual manera, la cancillería rusa acusó a historiadores occidentales de presentar justificativos sobre la necesidad militar del ataque, a pesar que las fuerzas japonesas ya estaban colapsadas y que la entrada de la Unión Soviética en la guerra fue determinante para la rendición nipona.

El comunicado de la Cancillería rusa criticó la ausencia de disculpas públicas por parte de EEUU, desde el presidente Harry Truman hasta sus sucesores.

El programa nuclear de EEUU

En abril de 1945, tras asumir la presidencia de EEUU, Harry Truman fue informado del Proyecto Manhattan, el programa secreto que buscaba desarrollar la primera bomba atómica.

Con una inversión de más de 2.000 millones de dólares y el trabajo de 130.000 especialistas, el objetivo era producir un arma letal de destrucción masiva.

Tras una prueba, Truman exigió la rendición incondicional de Japón, amenazando con una “destrucción total”.

Aunque se discutió inicialmente lanzar las bombas sobre zonas deshabitadas como advertencia, se optó por impactar directamente en ciudades para maximizar el efecto. Truman autorizó el ataque a Hiroshima, Nagasaki o alguna otra urbe clave, con la intención también de enviar un mensaje de fuerza a la Unión Soviética.

El 6 de agosto de 1945, el bombardero Enola Gay lanzó sobre Hiroshima la bomba de uranio ‘Little Boy’. La explosión, con una potencia equivalente a 12,5 kilotones de TNT, destruyó más del 90 % de la ciudad y mató a decenas de miles de personas en segundos.

“El hongo en sí era una vista espectacular: una masa burbujeante de humo gris púrpura. Se podía ver que tenía un núcleo rojo y todo ardía en su interior. A medida que nos alejábamos, podíamos ver la base del hongo y, debajo, lo que parecía una capa de escombros y humo de varios cientos de metros. (…) Vi incendios que surgían en diferentes lugares, como llamas que se elevaban sobre un lecho de brasas”, rememoró Robert Caron, artillero de cola que participó en el bombardeo.