La guerra psicológica implacable librada por las élites gobernantes en Norte América y Europa en defensa de su poder, influencia y control, tanto a nivel nacional como internacional, tiene varios frentes de ataque y modalidades de operación. Por un lado atacan, calumnian y menosprecian a los gobiernos y movimientos políticos del mundo que rechazan y resisten las intervenciones y agresiones imperialistas contra sus países y pueblos. Por otro lado, con campañas que distorsionan la realidad de las relaciones internacionales, coaccionan a sus propios pueblos con un bombardeo incesante de mentiras y engaños para asegurar que sus poblaciones adhieren a dementes falsas creencias que sirven los intereses de las élites occidentales.
La falsa creencia fundamental promovida en su ofensiva doméstica contra sus pueblos es que las sociedades occidentales son moralmente superiores a las del mundo mayoritario y actúan siempre para promover el bien en todo el mundo. Los ataques a nivel internacional y las ofensivas a nivel nacional operan en otros sentidos también, especialmente en el aspecto de la batalla de las ideas y la formación cultural. Trabajan para suprimir de manera deliberada el intercambio solidario político, la cooperación genuina social y económica y la apreciación viva y sincera de la identidad cultural de otros pueblos. Intentan paralizar el libre intercambio de ideas y monopolizar las posibles interpretaciones históricas, especialmente de la historia contemporánea, para así promover y mantener una tiranía de la ignorancia. Un ejemplo de esto es el intento occidental de borrar de la historia la derrota de la Alemania Nazi por la Unión Soviética.
El más reciente ejemplo de la imposición de esta tiranía ha sido la supresión en Francia de las cuentas financieras del canal ruso RT para forzar el cierre de las operaciones de ese medio en el país. Más ampliamente, se ha visto en Europa y Norte América lo que llaman “la cancelación” no solamente de los medios rusos sino también de los deportistas rusos y hasta la cultura rusa, incluyendo sus grandes escritores, compositores, músicos y pintores. En un ambiente de comportamiento occidental tan absurdo, irracional y agresiva, el tema de la cultura y la identidad nacional vuelve a ser un campo de batalla antiimperialista crucial en defensa del desarrollo soberano e independiente de los países del mundo mayoritario.
En este sentido Nicaragua está bendecida por tener entre sus héroes nacionales la figura y obra de Rubén Darío además del ejemplo de Benjamín Zeledón, del gesto triunfante del General Augusto Sandino y Blanca Aráuz, del Comandante Carlos Fonseca Amador y de innumerables héroes y mártires. Como nuestro hermano Aldo Díaz Lacayo escribió en 2009, “Nicaragua no solamente tiene dos grandes héroes nacionales —en el sentido más amplio del concepto. Tiene también dos héroes universales, Rubén Darío y Augusto C. Sandino. Tan grandes que ninguno de ellos ha recibido un reconocimiento universal oficial. Son los pueblos quienes los reconocen y enarbolan sus ideas y sus luchas como propias.”
Aldo demostró que fue la Revolución Sandinista que reclamó a Darío como una influencia vital y vibrante en la vida e imaginario nacional de Nicaragua. Y enfatizó a Rubén Darío como el arquetipo de la poesía latinoamericano, proyectando su obra más allá de la esfera hispanoamericana, siendo una representación auténtica de la unidad latinoamericana y caribeña y de la resistencia antiimperialista. El Decreto Presidencial del 4 de enero 2016 en el centenario de su tránsito a la inmortalidad consta la universalidad de Darío. “Honramos a Rubén en su Inequívoca Dimensión de Ciudadano Nicaragüense y Universal, Nuestroamericano y Europeo, Soñador de la Patria Grande, Culta, Cultivada, Rica en Tradición, en Luz, en Vigor, y con toda la Gloria de su Pueblo.”
Darío es una presencia constante en las intervenciones de nuestro Presidente Comandante Daniel y nuestra Vice Presidenta Compañera Rosario porque, como nos ha explicado el compañero Luis Morales, Rubén Darío es “no simplemente un gran poeta, un gran escritor, un gran periodista, escritor completo, sino que trasciende eso completamente. Rubén Darío para nosotros es un pilar de la nacionalidad, por eso nosotros lo hemos llamado nuestro Héroe de la Independencia Cultural.”
Y Aldo Díaz Lacayo también explica, “Sandino y Darío no son ajenos. En su propio ámbito, ambos expresan a cabalidad el inconsciente colectivo nacional. Cada uno reivindica la sangre y la cultura originaria como el fundamento de la identidad propia, y ambos reconocen la transculturización española como factor irrenunciable de esa identidad, pero no como fundamental. Son igualmente abiertos al mundo, empeñados en la defensa de la libertad, en actitud filosófico-religiosa frente a la vida. Los dos, en consecuencia, son paradigmas nacionales, máximos representantes de la defensa de la identidad nicaragüense.”
Para Nicaragua y sus aliados regionales este momento histórico de la construcción y evolución hacia un mundo más democrático, basado en relaciones de respeto y solidaridad, constituye la realización de la visión de Sandino en su Manifiesto de Luz y Verdad de 1931 en que el General de hombres y mujeres libres profetizó, “Lo que ocurrirá es lo siguiente: Que los pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con que nos han querido tener postergados los imperialistas de la tierra.” Al aporte de Nicaragua y sus pueblos hermanos a esta lucha por la emancipación material y espiritual de la Patria Grande, la figura, obra y visión de Rubén Darío son centrales y fundamentales.
La extensa y muchas veces muy distinguida literatura crítica y académica sobre Darío incluye discusiones como los de Roberto Fernando Retamar, Ángel Rama, José Emilio Pacheco entre muchos otros y famosos comentarios de parte de grandes escritores como Jorge Luis Borges y Octavio Paz. Sin embargo, el reconocimiento académico y literario es precisamente eso – una apreciación académica a nivel de teoría. La verdadera prueba de la vida de las influencias culturales es si perduran en el imaginario de los pueblos y el caso de Darío es emblemático de esta realidad.
En mi caso, recuerdo una visita al corazón de Bosawás para reportar sobre una terrible masacre provocada por la avaricia del oro. Nuestro grupo de personal de la alcaldía de Bonanza, nuestra policía nacional y reporteros llegó al cerro donde estuvo el sitio del incidente y durante una plática en el descanso el compañero alcalde Alexander Alvarado citó el verso de apertura de un poema que, en mi ignorancia, no reconocí, “Es algo formidable que vio la vieja raza: robusto tronco de árbol al hombro de un campeón salvaje y aguerrido…” y lo completó el poema el compañero periodista de TN8, Jimmy Altamirano. Fue un momento en que me di cuenta de la tremenda presencia viva de Darío en el imaginario de las y los nicaragüenses. Sin duda, la mayoría de las y los nicaragüenses tendrán su propio testimonio de la vigencia de Rubén Darío en sus vidas.
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El compañero Francisco Bautista Lara ha definido el carácter revolucionario de Darío observando como Rubén, “Identificó un propósito y caminó con persistencia para alcanzarlo… Es héroe: venció e impuso una revolución literaria, superó la exclusión, la descalificación, el egoísmo, la crítica despiadada, las contradicciones de su época, el racismo, el eurocentrismo…” Identificar un propósito y caminar hasta alcanzarlo es precisamente la historia de la liberación nacional de Nicaragua y su Revolución Popular Sandinista.
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De la misma manera que Darío y Sandino superó todo tipo de obstáculo para heredar al mundo su legado infinito, Nicaragua avanza superando las ilegales medidas coercitivas, el interminable hostigamiento mediático, las injustas campañas de desprecio y todos los demás componentes de la tiranía de la ignorancia occidental. Vale la pena retomar otras palabras del Decreto de 4 de enero 2016: “Con Darío, contra la Indiferencia. Con Darío, recorriendo en Luz y Verdad, la Ciencia de la Vida, Seguimos Cambiando, para Bien, para Mejor, para honrarle con una Nicaragua donde nos distinguimos por el Cariño, la Alegría, la Unión de los Vigores, y la Paz.”