Groenlandia inició sus elecciones legislativas, en un contexto marcado por el deseo de independencia total de Dinamarca y las pretensiones de Estados Unidos de apropiarse de la isla.
Desde la primera declaración de Donald Trump en 2019 sobre la compra de Groenlandia, la geopolítica ha cambiado, y la isla ahora se enfrenta a la presión por su riqueza en el subsuelo mineral, en medio de los efectos del deshielo.
La llegada al poder en 2021 del partido independentista Inuit Ataqatigiit, que se opone a la explotación de minas de uranio y tierras raras, refleja un cambio en la percepción local. La oposición a la mina de Kvanefjeld, vinculada a la empresa australiana Energy Transition Minerals, evidenció la preocupación por la injerencia extranjera.
La relación de Groenlandia con Estados Unidos es compleja e histórica, comenzando con un acuerdo durante la Segunda Guerra Mundial. A medida que las elecciones se acercan, el primer ministro ha acelerado el proceso electoral.
El deseo de los groenlandeses
Los groenlandeses desean recuperar el control total sobre su futuro. A pesar del legado colonial danés, expresan un firme rechazo a ser parte de un país ajeno y están claros que EEUU no ha tratado muy bien a sus nativos.
La joven inuit Arnamineq afirma que es necesario que los inuit cuenten su propia historia y que el interés de los americanos es su territorio, pero no sus habitantes y sus recursos naturales que son materia sagrada.
Por su parte, la respuesta del primer ministro de Groenlandia, Múte Bourup, ante Donald Trump: Groenlandia no está en venta, es de los groenlandeses. Una Groenlandia independiente estará abierta a las inversiones de otros países, pero siempre que trabajen respetando el medio ambiente y los derechos de la población inuit.