Con un nuevo escenario de tensión ante el conflicto político-militar entre Kosovo y Serbia, y las amenazas de Estados Unidos junto a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de intervenir en la región para “pacificar” el territorio; hace memoria de la pesadilla de 1999, año de inicio de los bombardeos contra la ex Yugoslavia.
Nuevos conflictos, viejas estrategias
La dirección kosovar presentó nuevas medidas, en la que los serbios del norte deben sustituir sus documentos de identidad por otros que solo los reconocen como residentes de Kosovo durante 90 días, al igual que las placas de sus vehículos que llevarán documentación bajo permiso temporal.
La reactivación de conflictos en la península de los Balcanes entre Kosovo y Serbia, ha avivado nuevamente a la OTAN, que amenaza con estar “lista para intervenir si es necesario”, según su secretario general, Jens Stoltenberg.
En este contexto, Belgrado, sede del poder político de Serbia, expresó que los tramites es una manera de disimular el intento de las autoridades kosovares por expulsar a los ciudadanos serbios que, por décadas, han vivido donde fue la antigua provincia serbia.
Para los expertos, “la clave es vapulear a Moscú, atacando a Serbia para que la potencia intervenga y así invadirla, distraen con el aguijoneo de EEUU contra China a través de Taiwán, mientras Kosovo, se presta a abrir un nuevo frente de preocupación”.
Ante la situación, el presidente de serbio, Aleksandar Vucic, aseguró que “Serbia quiere preservar la paz, queremos mantener nuestra población, nuestro país y nuestro cielo, y así es como vamos a actuar en el futuro».
Conflicto histórico
Kosovo-Serbia y su trasfondo geopolítico tiene raíz desde muchas décadas atrás, desde 1991, cuando Occidente consideró como inviable coexistir con la multiétnica Federación de Repúblicas Socialistas de Yugoslavia (FRSY), “la tierra de los eslavos del sur”.
Las repúblicas, seducidas por la idea del Libre Mercado, se independizaron de la FRYS, convirtiendo el camino de la prospera Yugoslavia, en una devastadora explosión. La década de los 90 convirtió a los Balcanes en zona europea que, desde la Segunda Guerra Mundial, sufrió el conflicto más atroz.
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En 1999, las tensiones seguían latentes, Kosovo se autoproclamaba independiente del territorio yugoslavo, compuesto hasta ese momento solo por Serbia y Montenegro; y aunque existía una serie de negociaciones, la OTAN decidió intervenir con la excusa de “sentar las bases de la paz”.
La “paz” que ofrece la OTAN y Estados Unidos
La jornada de bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia comenzó un 24 de marzo de 1999 y se extendió durante 78 días; causando la muerte de unas mil 200 personas. Durante los sucesos, se arrojaron más de 9 mil toneladas de bombas, en las que de 10 a 45 contenían uranio empobrecido.
Aquel día de marzo, Estados Unidos y sus aliados “quebraron los cimientos de la arquitectura mundial de posguerra”. La OTAN llevó a cabo el bombardeo sin contar con una autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que puede considerarse, como una agresión contra un Estado soberano.
Según el relato de la Alianza Atlántica, la negativa del Gobierno yugoslavo a firmar los acuerdos puestos sobre la mesa “no dejó otra opción más que la intervención” ya que Slobodan Milošević, presidente de Serbia durante ese periodo, “no entendía otro lenguaje que el de la fuerza”.
Para muchos analistas, la realidad es que aquellos acuerdos probablemente se redactaron con el único objetivo de que las autoridades yugoslavas los rechazaran, ya que exigían, entre muchas otras cosas, la presencia de un contingente de 30 mil soldados de la OTAN, en su territorio, a los que Belgrado debía garantizar permiso de tránsito y plena inmunidad.
Kosovo y su posición estratégica
Antes del comienzo del bombardeo en Yugoslavia por parte de la OTAN en 1999, Washington Post publicaba en su diario: “Con el Medio Oriente cada vez más frágil, necesitaremos bases y derechos de sobrevuelo en los Balcanes para proteger el petróleo del Mar Caspio”.
“Kosovo, la provincia títere de la OTAN”, tildaban distintos historiadores, por la clara tutela sobre el territorio kosovar que hoy alberga a la mayor base militar estadounidense del mundo, creando una nueva injusticia con respecto al pueblo serbio y reavivando “fuegos de pasión y odios étnicos y preparando así el terreno para nuevos enfrentamientos violentos en los Balcanes”.
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Las Naciones Unidas y la OTAN han administrado la provincia de Kosovo, que aún no cuenta con el reconocimiento de Rusia, China, Serbia, España, y la mayoría de países americanos, de Asia y África; no es miembro siquiera de la ONU, ni de la Unión Europea, y tras un poco más de dos décadas, este recién creado y poco reconocido Estado tiene débil democracia, economía dependiente y altos niveles de desempleo; pero con “la mayor y más de cara de todas las bases desplegadas por los Estados Unidos en todo el mundo, desde la guerra de Vietnam”.