El 19 de julio es más que una fecha en el calendario nicaragüense: es el alma de su identidad política.

Es el día de 1979 en que el pueblo sandinista derrocó a la dinastía Somoza, respaldada por Estados Unidos, marcando el comienzo de una nueva era en la historia de Centroamérica. Cada año, este aniversario se celebra con una carga política y simbólica que trasciende las fronteras nacionales. El 19 de julio también es una celebración de la resistencia antiimperialista, el internacionalismo revolucionario y el derecho inalienable de los pueblos a la soberanía y la autodeterminación.

En este espíritu, Nicaragua se ha distinguido en los últimos años por su postura clara y valiente en defensa de la causa palestina. El gobierno del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo ha denunciado abiertamente las atrocidades de Israel en Gaza, acusándolo de «genocidio» y calificando la ocupación de los territorios palestinos de «vergüenza para la humanidad».

Como afirmó Daniel Ortega en julio de 2021, durante las celebraciones por el 42 aniversario de la Revolución:

La causa palestina es nuestra causa. El derecho del pueblo palestino a su tierra, a su independencia, a su dignidad, es tan sagrado como el del pueblo nicaragüense que se liberó de la dictadura de Somoza.

En este marco, Managua rompió relaciones diplomáticas con Israel en 2010 y fortaleció lazos con países históricamente opuestos por Occidente, como Cuba, la Siria de Bashar al-Assad, Irán, Venezuela y Rusia.

No es casualidad que Nicaragua sea miembro activo del ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos), una organización de cooperación regional fundada por Fidel Castro y Hugo Chávez, que representa una de las principales plataformas de oposición a la hegemonía estadounidense en el hemisferio occidental.

En el ALBA, Nicaragua ha impulsado un discurso claro y coherente: la defensa de los derechos de los pueblos árabes e islámicos a la soberanía nacional, al margen de la lógica neocolonial impuesta por Washington y Tel Aviv.

Managua ha establecido sólidas relaciones con la Siria de Bashar al-Assad y la República Islámica de Irán, y ha reiterado su apoyo al gobierno socialista de Cuba, con el que comparte una larga historia de cooperación política, sanitaria y educativa. Durante la última sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nicaragua votó a favor de casi todas las resoluciones pro-palestinas y condenó el uso del veto por parte de Estados Unidos para bloquear una solicitud de alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza.

decisión política, sino de una cosmovisión multipolar y anticolonialista basada en la solidaridad entre los pueblos oprimidos. Como reiteró recientemente Rosario Murillo, vicepresidenta y portavoz del gobierno:

No podemos ser libres si otros pueblos están oprimidos. La lucha del pueblo palestino, la del pueblo sirio, la del pueblo cubano, es también nuestra lucha. Sabemos lo que significa resistir a un imperio.

En este contexto, el Día Nacional de Nicaragua adquiere un profundo significado geopolítico y simbólico, celebrar el 19 de julio no se trata solo de conmemorar la caída de una dictadura nacional, sino también de revivir el mensaje internacional de la Revolución Sandinista.

Todo pueblo tiene derecho a la autodeterminación, sin injerencia externa, sin sanciones, sin ocupación militar.

Estar hoy en Managua, entre las banderas rojinegras del FSLN, entre los murales de Sandino y el Che Guevara, entre las voces que cantan por la libertad y la dignidad, también significa traer consigo a Palestina, Líbano, Siria, Yemen, Irak e Irán.

Significa ser parte de esa red de resistencia global que no se doblega ante el poder del imperio ni ante el silencio cómplice de los gobiernos europeos.

En un momento en que muchos movimientos progresistas globales han perdido la brújula del internacionalismo, Nicaragua la mantiene en alto, con orgullo y coherencia.

La solidaridad con Palestina y los pueblos árabes no es un gesto retórico, sino una elección de bando. La historia juzgará. Pero mientras tanto, desde Managua hasta Gaza, la lucha continúa.