Un argumento que explica el cada vez más explícito fascismo de los gobiernos norteamericanos y europeos es que, incapaz de sostener su anterior influencia internacional, ya tampoco pueden externalizar los costos de sus democracias de fachada sobre el mundo mayoritario tan fácilmente como antes. Ahora, las élites gobernantes occidentales tienen que devorar progresivamente más de la riqueza de sus propias poblaciones para poder alimentar su acostumbrada avaricia. En el caso norteamericano, desde el colapso financiero de 2008-2009, la unión fascista del poder empresarial con el poder político ha llegado a ser progresivamente más evidente en la política doméstica, junto con una progresivamente más agresiva continuidad en su política exterior.

En parte la agresión de las élites gobernantes norteamericanas y sus homólogas europeas se debe a su desesperación al darse cuenta de la derrota estratégica que han sufrido en Ucrania. Es una derrota contundente acompañada por las correspondientes secuelas económicas y de muchos cambios en las relaciones internacionales, político-militares, diplomáticas, comerciales y financieras. En este cambiante contexto internacional, la región de América Latina y el Caribe juega un papel vital para los intereses de las élites gobernantes norteamericanas. Un aspecto cada vez más evidente en los acontecimientos políticos de la región es la cada vez más descarada criminalidad de las oligarquías vendepatrias en las pseudo-democracias de países como Argentina y Ecuador.

El patrón de la colaboración traicionera de las respectivas oligarquías fascistas de la región con los poderes imperialistas no ha variado desde el fallido intento de golpe en Venezuela en 2002. Hubo el derrocamiento del presidente de Haití en 2004, el golpe de estado en Honduras y la crisis en Bolivia en 2008, el intento de golpe contra Rafael Correa en Ecuador en 2010, el derrocamiento del presidente Lugo en Paraguay en 2012 y de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil en 2016. Luego vino el fallido intento de golpe en Nicaragua en 2018, otro fallido atentado con la Batalla de los Puentes en Venezuela en 2019, el exitoso golpe de estado en Boliva ese mismo año y el intento de golpe electoral en Venezuela del año pasado.

Siempre la Doctrina Monroe

En ese contexto regional, las administraciones norteamericanas han mantenido el genocida bloqueo contra Cuba, a pesar de ciertos gestos menores de acercamiento bajo el presidente Obama. Y desde la victoria electoral del presidente venezolano Nicolás Maduro en 2013 se aplicaron miles de sádicas medidas ilegales coercitivas unilaterales contra Venezuela. No vino como sorpresa entonces, que durante el primer gobierno del presidente Donald Trump, el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson alabó en 2018 la Doctrina Monroe, diciendo que había sido “claramente un éxito” a la vez de advertir contra la creciente influencia de la República Popular China en América Latina.

La administración siguiente del presidente Joe Biden reforzó persistentemente ese agresivo mensaje contra China. Sus explícitas declaraciones oficiales señalaron si avaricia para los recursos naturales de la región y sonaron la alarma para los intereses norteamericanos de la creciente influencia de China. Ahora bajo con un segundo gobierno del presidente Donald Trump. la continuidad de la agresiva política neocolonial norteamericana en América Latina es más intensa y evidente que nunca. En una entrevista la semana pasada con el medio Fox News, el presidente Trump afirmó que los gobiernos de América Latina y el Caribe “deben elegir entre China y Estados Unidos”. 

En el contexto de la guerra económica del presidente Trump contra el mundo entero, la posición extorsionista del gobierno norteamericano aun hacia países aliados, complementa su militarización de la región especialmente en Argentina, Ecuador, Guyana y Perú. Todas estas medidas son adicionales a la ya intensa agresión económica contra Cuba, Venezuela y Nicaragua y las nuevas amenazas en relación al canal de Panamá. Se trata de una intensa, compleja y despiadada guerra multifacética desarrollada y afinada durante los veinticinco años desde el inicio de la Revolución Bolivariana en Venezuela.

Un componente integral de esta guerra ha sido el corrupto abuso de la justicia penal, el llamado “lawfare”, contra líderes progresistas como Rafael Correa, Lula da Silva o Cristina Fernández de Kirchner. Se hace posible por la guerra psicológica masiva llevado a niveles de manipulación sin precedentes en los medios de comunicación y las redes sociales, todo más sofisticada ahora con el uso de la inteligencia artificial. El sistemático abuso de la justicia, junto con la nueva etapa más refinada de la guerra psicológica, han permitido una constantemente más evidente distorsión criminal de las normas y formas de la legalidad. Esta subversión del derecho convencional coincide con el categórico abandono de toda ley de parte de los gobiernos occidentales y sus aliados en apoyo al genocidio en Gaza.

En este sentido, también, se trata de otro ejemplo de la continuidad de la política exterior norteamericana en la región. En los años 1980s, el escándalo Irán-Contra llevó a la revelación que la Agencia Central de Inteligencia norteamericana usaba el tráfico de cocaína para financiar la ilegal guerra terrorista contra Nicaragua. Más recientemente, han habido repetidos reportajes e informes sobre la colaboración entre la corrupta agencia antidrogas norteamericana, la DEA y los diferentes carteles de drogas que operan en Colombia, Honduras y México. Desde el presidente Noriega en Panamá hasta Juan Orlando Hernández en Honduras, ha sido notoria la colusión de las autoridades norteamericanas con políticos corruptos metidos en el narcotráfico. 

Ecuador, Argentina y la criminalidad

Lo que destaca a ambos regímenes fascistas que han asumido el poder en Argentina y Ecuadores es su naturaleza criminal, aunque en modalidades diferentes. En Ecuador, Daniel Noboa está ligado notoriamente al narcotráfico y al crimen organizado por medio de colegas políticos y empresas de su familia. Esta red de la familia Noboa ha sido implicada en la captura de grandes cantidades de cocaína enviadas a Europa, estimadas en más de 38 toneladas, una pequeña fracción de todos los cargamentos transportados desde Ecuador a otros países consumidores de la droga. Las personas implicadas en este tráfico han tenido inmunidad ante la justicia en Ecuador, porque han sido protegidas por Daniel Noboa y sus cómplices, como la Procuradora General Diana Salazar.

La presidenta del Consejo Nacional Electoral de Ecuador, Diana Atamaint, quien supervisó el fraude en la votación del reciente balotaje presidencial, es otra aliada política de Daniel Noboa. La criminalidad institucionalizada en Ecuador no es ningún secreto y desde el gobierno del traidor Lenin Moreno ha profundizado su captura de la cultura política y judicial del país. De la misma manera que sus amos y cómplices norteamericanos, Daniel Noboa y sus corruptos funcionarios fingen hacer la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado mientras ellos mismos son protagonistas importantes de esos lastres, lavando dinero gracias a su control institucional y sus extensos contactos financieros a nivel nacional y regional. 

La no-victoria de la falsa re-elección de Daniel Noboa en Ecuador es el más reciente resultado anti-democrático de todos estos diversos mecanismos y técnicas de desestabilización regional promovidos por el criminal gobierno norteamericano. Otro ejemplo, al fin de 2023, fue la victoria electoral de Javier Milei en Argentina. Ambos resultados electorales surgieron de la pseudo-democrática cultura política de Argentina y Ecuador, viciada por el crónico, deliberado endeudamiento nacional, los constantes abusos judiciales politizados a favor de la derecha fascista y el control mediático de la criminal oligarquía vendepatria.

Se demostró la banal criminalidad del presidente de Argentina, Javier Milei, con la reciente escándalo de la moneda digital Libra, una manipulación desleal por delincuentes de cuello blanco asociados con el presidente Milei. La estafa provocó pérdidas de cientos de millones de dólares para miles de personas que invirtieron su dinero, pero dio ganancias millonarias a los delincuentes asociados de Milei. La estafa de Libra es simbólico de la enorme estafa del pueblo Argentino ingeniada por los patrones de Milei entre la élite Argentina, como el ex presidente Mauricio Macri y su aliado político Luis Caputo, en contubernio con el Fondo Monetario Internacional.

Vale la pena destacar que el quehacer político del señor Milei ejemplifica el poder de la guerra psicológica. Como candidato, Javier Milei se proyectó como alguien fuera de la oligarquía, lo que él llamaba “la casta”, cuando en verdad él no fue otra cosa que una patética criatura de ese misma “casta”.  La absurda victoria electoral de Javier Milei demostró la tremenda capacidad de la guerra psicológica digital para trastornar el imaginario colectivo de toda una sociedad y traumatizarla contra sus propios intereses. Varios observadores han señalado la criminal intención de estafa de parte de la oligarquía vendepatria argentina al servicio del imperio norteamericano. El señor Milei es meramente su pelele, una figura a la vez patética y siniestra.

El préstamo anómalo del FMI en 2018 de $57 mil millones al gobierno de Mauricio Macri fue el más grande jamás otorgado a un solo país. De los US$45 mil millones desembolsados, más de la mitad se usaba para pagar acreedores, tanto nacionales como extranjeros. Ahora, otra vez de manera ilegal, se ha aumentado con US$20 mil millones más el endeudamiento del país a un nivel impagable que hace imposible un programa de gobierno soberano. En Argentina, la pobreza general es alrededor de 38% de la población. Se reporta que más de 60% de la población menor de 14 años vive en la pobreza.

A la vez, la cúpula oligarca argentina abre su territorio nacional a la ocupación militar norteamericana y silenciosamente entrega su soberanía sobre las Islas Malvinas a intereses corporativos ligados al Reino Unido. La embestida fascista contra sus propias poblaciones en Ecuador y Argentina demuestra la bien conocida criminalidad vendepatria de las oligarquías de esos países. También legitima ese criminal comportamiento neocolonial al servicio del imperio norteamericano en consonancia con el categórico abandono del derecho internacional por las élites norteamericanas.

Aunque los gobiernos con dignidad nacional de la región han rechazado el fraude electoral en Ecuador, otras pseudo-democracias de la región lo han aceptado, de la manera más hipócrita en el caso de Brasil y Uruguay dado su posición hacia Venezuela. Definitivamente, el presidente Donald Trump tiene la razón. Los pueblos de la región deben elegir entre la esclavitud neocolonial bajo sus criminales oligarquías al servicio norteamericano o la democracia soberana de los pueblos independientes comprometidos con relaciones de respeto e igualdad en el nuevo orden multipolar promovido por China.