El sistema electoral de Estados Unidos se basa en un modelo federal y representativo, el cual enfrenta serias críticas por su desigualdad y su desconexión con el voto popular.
La principal crítica radica en que el Colegio Electoral permite que un candidato gane la presidencia sin obtener la mayoría de los votos populares, como ocurrió en 2000 y 2016.
En la nación norteamericana, las elecciones para la Cámara de Representantes se celebran cada dos años; las del Senado cada seis años y las presidenciales cada cuatro años. En este sentido, el Colegio Electoral es un mecanismo único que se utiliza con el fin de elegir al presidente y vicepresidente.
En lugar de un sistema de voto directo, los votantes eligen electores en cada estado, quienes a su vez elijen al nuevo presidente.
El número de electores por estado se determina por su población, sumando a los dos senadores de cada estado y a los representantes de la Cámara, electos con anterioridad; por lo que, el Colegio Electoral fue diseñado como una forma de moderar las decisiones directas de los votantes.
Durante las elecciones presidenciales, el candidato que obtiene la mayoría de votos en un estado, generalmente se lleva todos los votos electorales de ese estado, excepto en Maine y Nebraska, que aplican un sistema proporcional y dos votos electorales van al ganador y los restantes van al ganador del distrito del Congreso.
Para ganar la presidencia de los Estados Unidos, un candidato necesita obtener al menos 270 votos electorales de los 538 disponibles en el Colegio Electoral. Esto corresponde a la mayoría absoluta de los votos.
Denuncias y críticas históricas al proceso electoral en Estados Unidos
Si ningún candidato alcanza los 270 votos en el Colegio Electoral, la elección se decide en la Cámara de Representantes, donde cada estado tiene un sólo voto para elegir al presidente, entre los tres candidatos más votados en el Colegio Electoral.
Uno de los problemas recurrentes del sistema es la desigualdad en el peso del voto. Debido a la distribución de electores, los estados con menor población tienen más influencia proporcionalmente que los más poblados. Por ejemplo, un votante en Wyoming tiene más peso en el Colegio Electoral que uno en California.