Alemania, al cortar el suministro de gas ruso, ha tomado una decisión que podría tener graves consecuencias para su economía.
Esta acción, consciente o no, ha expuesto a la que alguna vez fue una potencia industrial en Europa y en el mundo a un peligroso declive económico.
Con una economía ya debilitada, la elevación de los costos energéticos resultantes podría significar un aumento significativo en los costos de producción, lo que ha llevado al país a perder competitividad.