Nicaragua reporta 1,750 pacientes recuperados de la Covid-19.

Estar en los zapatos de aquellos que lo entregan todo: alma, fuerza, voluntad, es difícil. Les llamamos héroes, ángeles, pero son tan humanos como cada uno de nosotros. Un médico llora de felicidad y siente su corazón brotar, cuando un paciente con covid-19 ha ganado la batalla.

Las gabachas, guantes y mascarillas, es el atuendo para ir a la batalla por la vida. Tras varias horas de turno, las mascarillas han marcado sus rostros, la fatiga es notoria, pero hay un no-sé-qué, que les llena de un soplo vital, como centinelas de la vida. El virus no podrá contra esto, al médico se le agita el pecho de emoción, y no se detiene en su marcha. 

Días intensos, grises, cuando la lucha apenas empieza, el paciente cierra sus ojos. Los médicos batallan con fuerza. El reloj marca los segundos, y cada tiempo cuenta. Lo dan todo, cada momento, hasta convertir esa nube gris, en un hermoso arcoíris, la sonrisa de ese paciente que ha vuelto.

Los días en el hospital han sido difíciles, entre pasillos y salas de atención, el llamado de ayuda. Los médicos han llevado los alimentos, agua, medicina en pequeñas bandejas. Se acercan, y llevan la comida a sus bocas. La fuerza de los pacientes, es apenas un movimiento débil, pero la esperanza lo cobija todo.

En la mesa hay algunos expedientes, los examinan. Un importante número de pacientes serán dados de alta al día siguiente.  La felicidad es inmensa. La satisfacción de la entrega y vocación, ha tenido resultados inimaginables.

Es hora de partir. Las ventanas del hospital están abiertas, un rayo de luz se cuela por una las pequeñas ventanillas. Es un día de esperanza. Otros tantos dejan la sala. Van uno a uno, los suben a unas sillas de ruedas, y los bajan por los corredizos. Sus familiares aguardan afuera, tras la puerta de metal. Están de rodillas, musitando sus plegarías.

Los pacientes han vencido a la pandemia, quisieran abrazar a los médicos, pero el protocolo es estricto. Saludan de lejos, con una sonrisa noble, de esas sonrisas que abrazan fuerte, y te rompen por dentro. Afuera, está un mundo nuevo, una nueva oportunidad. Uno de los pacientes respira profundo, avanza, camina a pasos lentos; alza sus manos y mira al cielo. ¡Lo logré!

¡Lo estamos logrando!