La población inmigrante, especialmente la latinoamericana, aporta significativamente a la economía y la cultura estadounidense. Si se considerara a esta población como una nación independiente, su Producto Interno Bruto (PIB) estaría entre los más altos del mundo.
Además, los inmigrantes contribuyen a mejores aumentos salariales en áreas metropolitanas, no registran una caída de salarios nativos, respaldan negocios locales y son una fuerza vital en sectores como la educación superior y la innovación tecnológica.
En resumen, el aporte de los inmigrantes a Estados Unidos es evidente y contradice la noción de que representan una amenaza para la seguridad del país.