La bomba atómica ejecutada por Estados Unidos contra las ciudades de Japón, dejó centenares de miles de víctimas fatales.
La bomba atómica ejecutada por Estados Unidos contra las ciudades de Japón, dejó centenares de miles de víctimas fatales.

Fue indiscutible, la humanidad era capaz de aniquilarse a sí misma. El 06 de enero de 1945 a las 8:15 de la mañana, antes que el reloj marcará otro segundo, más de 70 mil seres humanos habían sido desintegrados por el infernal calor de la explosión radioactiva de la primera bomba atómica lanzada contra la humanidad. Estados Unidos perpetró el siniestro hecho contra la población civil de Hiroshima, Japón. Miles de muertos y lesionados de gravedad irreversible, se sumarían con el paso de las horas y días, pero la sanguinaria demostración de poder de Washington aún no terminaba.

La Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin, antes del ataque a Hiroshima. Pero Estados Unidos decidió ejecutar sus armas atómicas, con el pretexto de agilizar la rendición incondicional del ejército japonés; no esperaría otra oportunidad a largo plazo. Sin embargo, no fue suficiente, días después, incluso conociendo los primeros horrores de la catástrofe provocada por la explosión nuclear; las entrañas de Nagasaki, otra ciudad japonesa, serían quemadas junto a sus habitantes, por la fuerza expansiva de otra bomba nuclear estadounidense.

El águila del norte tenía sed de destrucción y devastación. La humanidad sabría y no olvidaría de su propia capacidad de llevar desgracia y muerte por el mundo a una escala jamás antes vista.

Al final del caótico 1945, las víctimas fatales de las bombas atómicas, ascenderían, según estimaciones, a casi 250 mil decesos desde el primer segundo después del estallido hasta los días posteriores, cuando miles fallecieron por sus graves laceraciones o por envenenamiento radioactivo. Los estragos de las bombas atómicas, fueron evidenciados por fotografías realizadas en ese periodo fatídico de la historia.

Sombra de hombre aparentemente a la espera fuera de un banco en Hiroshima. (Fotógrafo no identificado, Gobierno de EEUU).
Sombra de hombre aparentemente a la espera fuera de un banco en Hiroshima. (Fotógrafo no identificado, Gobierno de EEUU).

El efecto sombra provocado por la bomba, refleja posiblemente a una persona esperando en los escalones de la sucursal de un banco en Hiroshima, previo al desastre.

La revista National Geographic detalla sobre el efecto sobra que: “Con la detonación de la bomba, toda esa energía radiactiva salió disparada en un ángulo de 360 grados, devastando absolutamente todo lo que se encontraba en su camino. Así, cuando se produce el choque contra un objeto, ya sea un material o un tejido humano, esta es absorbida de forma inmediata. Si es absorbida por completo es posible que la energía no alcance a todo lo situado detrás, dejando ilesa esa pequeña parte del entorno. Es el conocido como «efecto sombra»”.

Ruinas tras la bomba atómica. Fotografía del banco de imágenes Cordon Press.
Ruinas tras la bomba atómica. Fotografía del banco de imágenes Cordon Press.

Las ruinas en Hiroshima tras el ataque con la bomba atómica realizado por el Gobierno de Estados Unidos. Sesenta y dos mil edificios fueron desaparecidos totalmente, en esa ciudad, quedando destruidos los 28 mil restantes.

Más de 250 mil seres humanos fueron asesinados en Hiroshima y Nagasaki.
Más de 250 mil seres humanos fueron asesinados en Hiroshima y Nagasaki.

Little Boy, La primera bomba atómica, se activó a 600 metros del suelo en la localidad de Hiroshima, generando un poder de 4.000 grados centígrados, comparable a 13 toneladas de TNT; que arrasaría con toda una ciudad en un abrir y cerrar de ojos.

Tres días después, la segunda bomba, Fat Man, desataría nuevamente el escenario atroz e incandescente en Nagasaki. 

Los hospitales fueron destruidos en su totalidad en ambas ciudades de Japón.  Foto de Yasuo Tomishige, The Asahi Shimbun, Getty Images
Los hospitales fueron destruidos en su totalidad en ambas ciudades de Japón. Foto de Yasuo Tomishige, The Asahi Shimbun, Getty Images

Las imágenes desgarradoras de los supervivientes en Japón, eran registradas días después, como la de este joven de Nagasaki, quien llora mientras recibe tratamiento en un hospital improvisado en la escuela secundaria Shin Kozen.

Los médicos no conocían la forma de tratar las graves lesiones de la radiación.
Los médicos no conocían la forma de tratar las graves lesiones de la radiación.

Miles de víctimas con daños irreversibles eran atenidas, con pocos médicos sobrevivientes, sin hospitales porque habían sido destruidos por la bomba; sin tratamiento y sin el conocimiento de los efectos de la radiación a corto y largo plazo.

“La bomba atómica opera basándose en un mecanismo llamado fisión, que consiste en la separación de núcleos de diferentes átomos. Se trata de un proceso capaz de liberar grandes cantidades de calor y de energía en un instante muy breve de tiempo. La reacción es la siguiente: un neutrón impacta contra un núcleo de un átomo pesado, por ejemplo uranio o plutonio, provocando una gran fuerza explosiva y repitiéndose el proceso en cadena o en bucle hasta que el elemento se agota. En el caso de la bomba de Hiroshima, ese núcleo fue el de un átomo de uranio 235, mientras que para la de Nagasaki, fue de plutonio 239”, describe National Geographic.

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Además de energía, las bombas son capaces de esparcir una gran cantidad de radiación gamma de onda muy corta. Este tipo de radiación tiene dos características importantes: puede atravesar la piel, alcanzando el tejido celular y ocasionando alteraciones muy perjudiciales y hasta mortales para los seres vivos; y puede viajar en forma de energía térmica, llegando a alcanzar temperaturas de hasta 5.000 ºC, precisó la revista.  

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78 años después, la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, no se olvida, los supervivientes aún luchan por un mundo sin armas de destrucción masiva y sin guerras, ante una realidad que no ha cambiado mucho; la resistencia de naciones hegemónicas, y ante un Estados Unidos, acusado de llevar guerras, miseria y muertes por el mundo, ejecutando crímenes de lesa humanidad en nombre de la democracia aún en la actualidad.