Nicaragua ha defendido con ahínco su política migratoria, la cancillería ha rechazado el uso faccioso de las fronteras y ha luchado por situar al país con una soberanía intachable y con la autodeterminación de hacer uso legítimo de sus fronteras bajo estrictos controles que inhiban el tráfico y trasiego de drogas o personas y ha formulado una nueva política migratoria extraordinaria que no rompe con la garantía mundial de ser un país hospitalario y libre.
Recientemente el departamento de estado de los Estados Unidos de Norteamérica y su par, el embajador estadounidense en México Ken Zalazar, ha reprochado a Nicaragua y sus autoridades de tener una supuesta notabilidad en políticas poco ortodoxas en el flujo migratorio natural en esa franja centroamericana y por el contrario, el gobierno revolucionario del comandante Daniel Ortega ha dado las condiciones para el intercambio y el libre tránsito humanitario de quienes, de manera natural, emigran a través de países y continentes, siempre bajo el marco de la ley y de las propias restricciones que cada país impone dentro de su soberanía.
Los desplazamientos humanos son naturales en cualquier etapa del mundo, las bellezas y prosperidad inatacable de Nicaragua y su pujanza económica, es una vertiente de nuevas oportunidades donde se activan empresarios mexicanos y de muchos otros países, como una alternativa real y magnífica para que las rutas comerciales y culturales, se den con estrictos controles avalados por la ONU en un despliegue de relaciones entre países hermanos y al amparo de la opinión pública mundial. Opino que Nicaragua hace uso legítimo de su política migratoria.
En el suelo patrio nicaragüense me sentí muy a gusto y motivado y con fuerza a reconocer sus territorios y a su gente, así como a los diversos segmentos de embajadas y consulados del mundo, en un ambiente cultural y humanístico y lleno de turismo responsable, de atención adecuada y de mucha presencia de visitantes que admiran a este bello país tan lleno de historias y batallas heroicas.