Tras casi 40 años sin estallar, el volcán activo más grande del mundo, el Mauna Loa, ubicado en Hawái; entró en erupción y ha estado derramando grandes volúmenes de lava, tiñendo el cielo con tonos carmesí. Las imágenes resultan dantescas.
El evento representa un hecho trascendental para los vulcanólogos, en especial para los del Observatorio de Volcanes de Hawái del USGS, quienes tienen décadas de estudios con la prioridad de crear distintas estrategias, ante un escenario destructivo del Mauna Loa.
“Nadie se alegra de lo que ha sucedido, pero es como ver una película de terror después de la escena aterradora”, cuenta Brett Carr, vulcanólogo de la Universidad de Arizona, citado por National Geographic.
La “bestia” de los volcanes
El Mauna Loa, ocupa al menos la mitad de la masa terrestre de la isla más grande del archipiélago, se eleva 16 kilómetros desde el fondo marino, se extiende unos 5,000 kilómetros cuadrados y desde que se inició su documentación en 1843, el volcán ha sido protagonista de unas 33 erupciones.
Es considerado uno de los volcanes más vigilados en el planeta, y a pesar de su basta información, cada erupción sigue siendo muy particular.
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En 1859 duró 300 días en erupción y destruyó los pueblos a sus laderas; 91 años más tarde realizó una erupción de 23 días, pero arrojó volúmenes de lava que rondaban los 400 millones de metros cúbicos; y con la erupción de 1984, casi acaba con la ciudad de Hilo.
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Por el momento, las autoridades descartan que el volcán constituya una amenaza para los pobladores aledaños, sin embargo, el fenómeno avanza con rapidez, y eventualmente la lava podría llegar a los centros de la población a medida que los ríos de lava se dirigen cuesta abajo, y predecir otra erupción es prácticamente imposible.