El Ministerio de Exteriores ruso declaró que la Federación de Rusia deja de estar vinculada a las restricciones autoimpuestas sobre el despliegue de misiles terrestres de corto y medio alcance.
Esta decisión se produce tras el progresivo despliegue de sistemas similares por parte de Estados Unidos y sus aliados en regiones cercanas a las fronteras rusas.
Desde que en 2019 Washington se retiró del Tratado INF, firmado en 1987 entre EE.UU. y la URSS para eliminar misiles con alcance de entre 500 y 5.500 kilómetros. Moscú había mantenido de forma voluntaria una moratoria sobre este tipo de armas.
Sin embargo, según la Cancillería, la falta de reciprocidad y el avance de proyectos armamentísticos occidentales han llevado al Kremlin a abandonar esa postura.
Rusia denuncia que EE.UU. y la OTAN no solo han hecho públicos sus planes para desplegar misiles de ataque terrestre en Europa y la región Asia-Pacífico, sino que ya han avanzado en su implementación.
Moscú considera que esto representa una amenaza directa a su seguridad nacional y agrava la tensión estratégica global entre potencias nucleares.
Ante la «desaparición de las condiciones» que permitían sostener su compromiso unilateral, el Gobierno ruso ha advertido que adoptará medidas proporcionales basadas en la evolución del escenario militar y la magnitud del despliegue occidental.
Además, reitera que sus intentos de reabrir el diálogo sobre control armamentístico fueron sistemáticamente ignorados.
La Cancillería subraya que, aunque Rusia intentó preservar los logros del desarme, la política estadounidense terminó desmantelando el tratado.
Como parte de su rearme, Washington y Berlín anunciaron en 2023 que para 2026 instalarán misiles Tomahawk, SM-6 y otras armas hipersónicas en suelo alemán, lo que según Moscú agrava el riesgo de una nueva carrera armamentista.