El consumo de fentanilo ha emergido como una seria amenaza para la salud pública en Canadá, perpetrando una epidemia de adicción que genera cada vez más muerte, miseria e indigencia en la nación norteamericana.
El fentanilo, opioide sintético, 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina, se utiliza originalmente con fines analgésicos en tratamientos clínicos, pero su disponibilidad ilícita ha provocado una crisis en Canadá similar a la sufrida en Estados Unidos.
Las autoridades canadienses informan de 36,442 muertes aparentemente relacionadas con la toxicidad de opioides entre enero de 2016 y diciembre de 2022, siendo la mayoría atribuida al fentanilo ilícito.
Por otra parte, la accesibilidad y bajo costo del narcótico han contribuido a su proliferación, ya que con tan solo 10 gramos se pueden producir más de 300 dosis.
En este contexto, el fentanilo se ha convertido en un lucrativo campo de explotación para el crimen organizado, según un informe de la Administración de Control de Drogas (DEA). La cadena de producción, hasta su tratamiento y distribución, genera ganancias significativas, exacerbando la complejidad del problema.
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En un esfuerzo conjunto, México, Canadá y Estados Unidos buscan establecer estrategias para frenar el tráfico de fentanilo en la frontera. Sin embargo, los avances actuales parecen insuficientes ante el constante aumento del consumo y la comercialización del opioide en territorio candiense y estadounidense, donde cuentan con miles de personas adictas y con pocos resultados en las acciones gubernametales para su reducción.
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En este sentido, el Departamento de Salud de Nueva York ha alertado que el 81 % de las muertes por sobredosis en la ciudad están vinculadas al fentanilo. Las estadísticas oficiales indican un preocupante aumento del 12 % en los fallecimientos relacionados con adicciones en lo que va del año, en comparación con 2022.
