Embajador de Rusia en Nicaragua, Sr. Alexander Khokhólikov. Foto: El 19 Digital.
Embajador de Rusia en Nicaragua, Sr. Alexander Khokhólikov. Foto: El 19 Digital.

El aumento drástico de la propaganda antirrusa difundida por varios medios de comunicación masiva Occidentales respecto a los acontecimientos en Ucrania, a mi juicio, requiere una explicación detallada sobre lo que realmente sucede en este país vecino de Rusia. Esta desinformación representa un intento de tergiversar la situación actual y la postura oficial de Moscú referente a la crisis ucraniana.

Cabe notar, que la crisis en Ucrania tiene dos aspectos: interno e internacional. El factor interno consiste en que no es un problema reciente sino un conflicto, que empezó en 2014 después de un golpe de Estado, realizado por las fuerzas nacionalistas y enemigos de Rusia. Como resultado a la Junta de Kiev neonazi además de Crimea se opusieron 4 millones de los habitantes de las regiones de Donetsk y Lugansk, que desde hace 8 años están sufriendo los ataques directos y mortales de manos de los nacionalistas ucranianos apoyados por el régimen criminal de Kiev. Durante todo este largo período las autoridades ucranianos no solamente se opusieron a resolver este problema por vía diplomática (Ucrania nunca cumplió los Acuerdos de Minsk firmados en 2015 en presencia de Rusia, Alemania y Francia – garantes del proceso de paz), sino también prohibieron totalmente el uso del idioma ruso en el territorio ucraniano.

Mientras tanto empezó a prevalecer el factor internacional.Los aliados de Kiev, principalmente los EEUU y países europeos, no hacían caso a los crímenes de guerra de las autoridades ucranianos en contra de su población, apoyándoles al mismo tiempo con armas de guerra y capacitación de sus militares y empujándoles a la integración en la OTAN – un bloque militar que en público declara a Rusia como su enemigo principal.

Se sabe bien que, a pesar de las décadas del arduo trabajo diplomático de Rusia y nuestra buena fe, la expansión de la OTAN no se detuvo. Desde 1990, cuando los estadounidenses nos aseguraron que la Alianza no se movería “ni una pulgada hacia el Este”, la OTAN ha incorporado 14 países, desplegando tropas en sus territorios soberanos y acercándose cada vez más a las fronteras de Rusia. Imagínense, ¿cuánto nos preocupa la intención de admitir como miembro de la OTAN a Ucrania? Y eso ni hablar de las declaraciones recientes del Presidente de Ucrania V.Zelenski sobre la disposición de reconsiderar la renuncia de su país a las armas nucleares junto con sus amenazas de reprimir a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y recuperar el territorio de Crimea por vía militar. De tal manera la situación en el país vecino y hermano eslavo histórico de Rusia volvió a ser una amenaza directa para nuestra seguridad, un riesgo considerable para ser mitigado.

Exactamente por esta razón la operación militar especial, anunciada por el Presidente de la Federación de Rusia Vladimir Putin el 24 de febrero de 2022, tiene como objetivo proteger a las personas que han sido objeto de genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años y asegurar la desmilitarización y la desnazificación de Ucrania, así como llevar ante la justicia a quienes cometieron numerosos crímenes sangrientos contra civiles, incluidos ciudadanos de la Federación de Rusia. ¡No hay planes de ocupar a Ucrania!

Por tanto, Rusia no está librando la guerra contra el pueblo de Ucrania, sino está llevando a cabo la operación para acabar con la guerra de ocho años. Quiero recalcar, que las tropas, aviación y artillería rusos no atacan a los objetivos civiles, no apuntan armas contra la población. La operación se ejecuta contra la infraestructura militar, en estricto cumplimiento de la misión de aniquilar el armamento en el territorio de Ucrania, controlado por la Junta criminal y nacista.

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Estoy seguro de que en su naturaleza el nacismo es el cáncer en el cuerpo de la humanidad. Y el cáncer no se cura, sino se opera. Durante la Gran Guerra Patria (1941-1945) el pueblo soviético, inclusive ruso y ucraniano, pagó el precio demasiado alto para aprender esta triste lección – casi 27 millones de vidas de soldados y civiles.

Voy a enfatizar otra vez, que no se trata de una guerra contra Ucrania para ocuparla, sino de una campaña forzada para desmilitarizar su territorio, combatir el nacismo, que se convirtió en la ideología principal de la Junta gobernante en Kiev. Los rusos y los ucranianos siguen siendo pueblos eslavos hermanos que no quieren la guerra, y deben resolver la crisis actual lo más pronto posible usando todos los medios a su disposición. Por eso a pesar de la avanzada militar de la tropa rusa hemos iniciado las negociaciones con representantes de Kiev para disminuir las pérdidas humanas.

¡Estimados lectores! En estos tiempos de la crisis geopolítica y la guerra mediática sin precedentes contra Rusia quiero pedirles paciencia, prudencia e imparcialidad, que siempre han sido indispensables para comprender toda la complejidad de la situación actual y de los procesos globales.