Washington en los últimos años ha intentado infructuosamente disminuir la influencia económica y comercial de China, no solo dentro de Estados Unidos sino también a nivel mundial, pero el gigante asiático hasta ahora ha sido indetenible.

La realidad es que China apareció en la arena pública como un competidor fuerte y durante la primera administración de Donald Trump a la presidencia en 2017, la Casa Blanca impulsó la guerra comercial contra el gigante asiático. 

En la segunda presidencia del convicto magnate, en abril de 2025 sancionó por decreto una tasa base del 10 % a todas las mercancías que entraran a Estados Unidos y amenazó a los países sujetos a aranceles que no respondieran de igual forma, so pena de ser castigados.

En su afán por debilitar a China, Trump le lanzó una guerra de aranceles para los productos que importa desde esa nación los que han ido subiendo desde un 10 % hasta un 145 %. El gigante asiático respondió imponiendo un 125 % a los productos estadounidenses importados a su país.

Como Beijing enfrentó las medidas y no se dejó amedrentar, a Washington no le ha quedado más remedio que entablar conversaciones con su fuerte oponente las que se han realizado en Suiza y Londres. En las de Ginebra, a principio de mayo pasado se logró reducir los aranceles estadounidenses sobre productos chinos del 145 % al 30 %, y las medidas de represalias de China del 125 % al 10 % por un período de 90 días que entraron en vigor el 14 de mayo. Ahora están pendientes de publicarse los acuerdos que, según se anunció por ambas partes, tuvieron lugar en Londres en la segunda semana de junio.

Desde la cancillería del país asiático se ha declarado en varias ocasiones: «Nunca nos quedaremos de brazos cruzados para ver cómo se priva al pueblo chino de sus derechos e intereses legítimos, y tampoco para ver cómo se socavan las normas económicas y comerciales internacionales y el sistema comercial multilateral. Si Washington insiste en continuar una guerra arancelaria o comercial, China luchará hasta el final».

Y el gigante asiático tiene condiciones para enfrentar las amenazas pues cuenta con un poderoso desarrollo científico, industrial, fabril y económico, relaciones con más de 180 países en el mundo adonde puede enviar sus mercancías y recibir a la vez, disímiles productos. Además de una población de 1 417 millones de habitantes con alto poder adquisitivo.

Asimismo tiene enormes riquezas en su territorio. Produce el 90 % de las tierras raras del mundo, un grupo de 17 elementos utilizados en las industrias de defensa, vehículos eléctricos, energía y electrónica. Estados Unidos solo tiene una mina de tierras raras y la mayor parte de su suministro proviene de China.

En los primeros momentos de esta guerra comercial, Beijing respondió con la suspensión de las exportaciones de minerales críticos e imanes, componentes fundamentales para los productores de automóviles, fabricantes aeroespaciales y empresas de semicondutores.

Numerosas empresas de punta estadounidense utilizan en sus producciones esos elementos importados desde China lo cual significó un duro golpe para varias compañías del país las que solicitaron a la Casa Blanca que rectificara los altos aranceles contra Beijing.

Pero también otro valuarte que tiene China desde hace unos años es que ha entrado en el mercado estadounidense mediante la compra de compañías del sector alimentario, tecnológico, automotor, inmobiliario y aeronáutico.  

Así en 2013 la empresa china WH Group adquirió la compañía Smithfield Foods por 4 700 millones de dólares. Esta es la firma productora de carne porcina más grande de Estados Unidos con más de 59 000 hectáreas de tierras agrícolas y aunque la sede se mantiene en Virginia, la propiedad completa pasó a manos chinas. 

Un año después, en 2014 la compañía de computadoras china Lenovo concluyó un trato con Google por 2 910 millones de dólares para adueñarse de Motorola Mobility lo cual le permitió acceder a décadas de innovación desarrollada en Estados Unidos y también fortalecerse en el mercado mundial de teléfonos inteligentes.

En 2016 el gigante Haier Group pagó 5 400 millones de dólares para comprar GE Appliances, la histórica división de electrodomésticos de General Electric. La producción sigue en Estados Unidos pero la dirección empresarial radica en China para liderar el mercado global de electrodomésticos.

En cuanto al sector automotriz, en 2010 la corporación estatal china AVIC se hizo del control de Nexteer Automotive, una firma de sistemas de dirección automotor con sede en Michigan y desde entonces los fabricantes estadounidenses están obligados a negociar con esa compañía. La AVIC también obtuvo en 2011 la Cirrus Aircraft, fabricante de aviones privados que le abrió a las empresas chinas un sector que antes era dominado solo por firmas estadounidenses.

La penetración de Beijing en el mercado inmobiliario sucedió en 2014 cuando Anbang Insurance Group pagó 2 000 millones de dólares por el histórico Waldorf Astoria de Nueva York. En 2016 compró Strategic Hotels & Resorts por 6 500 millones que tras la intervención del gobierno chino los activos pasaron a control estatal.

Asimismo, HNA Group obtuvo en 2017 un rascacielos en Manhattan por 2 210 millones de dólares con lo cual el gigante asiático ha ido consolidándose en el mercado inmobiliario de lujo.

Después de analizar estas realidades y otras herramientas que China tiene guardadas, es comprensible el porqué la nación asiática aterra a Washington: cada vez más se debilita su ya desgastada hegemonía mundial.